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22. Ofrendas

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Lee en ti Biblia en voz alta: Marcos 12:41-44

Memoriza este versículo: Efesios: 4:28 ‘Aquel que ha estado robando, no debe robar más, sino que trabajar, haciendo algo útil con sus propias manos, de manera que tenga con qué compartir a aquellos que estén en necesidad’

Conversación posterior a la lectura:
¿Cuándo y porqué debiéramos dar ofrendas?.

Asignación previa al siguiente encuentro: Pídele a Dios que te muestre dónde él quiere que coloques tu siguiente ofrenda.

Medita cuidadosamente en cada palabra del siguiente versículo: Deuteronomio: 15:7

 

Hasta aquí hemos considerado el diezmo, como aquel monto de dinero que la Biblia nos indica que los creyentes deben rendirle a Dios, monto que debe ser cuidadosamente estipulado hasta el último centavo.

Sin embargo, y después de esto ¿qué?, ¿Será que podemos cruzarnos de brazos? Pues bien, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento hacen referencia a la necesidad de abrir nuestras manos con generosidad.

De hecho, ¿no es cierto acaso que si dejamos el amor de Dios fluir hacia fuera de nuestras vidas entonces no buscaremos servirnos sino que siendo movidos por la compasión frente a la necesidad serviremos a los demás?

Al devolverle a Dios nuestros diezmos sólo estamos haciendo lo mínimo esperable, sin embargo la invitación es más amplia, es a estar abiertos y dispuestos a dar aun extra (lo que se conoce como ofrendas) medida que somos impulsados a compartir por el Espíritu Santo.

Por ejemplo, hemos analizado varias referencias en el Antiguo Testamento que hacen referencia al diezmo pero además de ellas encontramos otras exhortaciones que invitan al creyente a no detenerse allí sino que a estar dispuestos a dar más allá del diezmo. Por ejemplo,

Deuteronomio 15:7 dice, ‘Si hay alguien necesitado entre vuestros hermanos en cualquiera de las ciudades de la tierra que el Señor tu Dios te da, no endurezcas tu corazón o cierres tu puño en contra de tu hermano pobre. Sino por el contrario, abre tu mano y dale libremente lo que necesite.’

Aparentemente, dada la vasta necesidad del mundo, Dios no ha estipulado una suma específica que debamos dar como ofrenda sino que él más bien espera que estemos dispuestos y disponibles para dar cuando surja una necesidad y sintamos que sea nuestra responsabilidad atender a la misma.

Esta misma exhortación a la generosidad y apertura en asuntos de finanzas existe en muchos pasajes del Nuevo Testamento. La Biblia no provee reglas en cuanto a dónde dar sino que simplemente nos aconseja que demos cuando lo creamos apropiado.

Efesios 4:28 ‘El que robaba, no robe más, sino que trabaje haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad’

1 Timoteo 6:18 ‘Mándales a que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, y generosos y dadivosos’.

Romanos 12:13 ‘Compartiendo para las necesidades del pueblo de Dios. Que practiquen la hospitalidad.’

Hebreos 13:16 ‘ Y no os olvidéis de hacer el bien y de compartir con otros, porque Dios se agrada de tales sacrificios’.

Siendo que Dios ha llamado a su pueblo de todas las naciones, de todos los trasfondos culturales y económicos y en todas las épocas históricas a dar ofrendas a diferentes personas y proyectos es evidente que no existen reglas estrictas en cuanto a la práctica de dar ofrendas por encima de la devolución del diezmo.

Tal vez la única regla sea que tengamos un espíritu generoso y dispuesto a ser usado por Dios en esta área. Si devolvemos nuestras ofrendas y no damos ni un centavo más, entonces seremos un día hallados faltos por haber cumplido mínimamente con el requerimiento divino.

A medida que demos nuestras ofrendas con un espíritu gozoso, habremos de entrar y experimentar la completitud de lo mejor de Dios en nuestras vidas, y nos convertiremos en un canal de bendiciones para quienes nos rodeen.

Esta necesidad de tener un espíritu dispuesto, generoso y gozoso al compartir nuestras ofrendas, es la condiciones que subyace en el texto 2 Corintios: 9:6 ‘Recordad que: quien siembre escasamente, escasamente segará, y quien siembre generosamente también generosamente habrá de cosechar. Cada persona deberá dar lo que se ha propuesto en su corazón de manera libre y no bajo compulsión o de manera forzada porque Dios ama al dador alegre.

Pareciera como que a medida que vamos madurando en nuestra capacidad de dar generosamente, dejaremos de hacerlo ya sea de manera obligada o vacilante y nos sentiremos felices al ofrendar para promover el trabajo de Dios. Detenerse en el diezmo, o dar algunas pocas monedas de ofrenda son una señal clara de que estamos quedándonos cortos en esta área.

Concluyendo pues, y respondiendo a la cuestión inicial con respecto a cuánto se debe ofrendar, la Biblia se inclina a mostrarnos el diezmo como lo mínimo que debiéramos entregar, y a expresar que por encima del diezmo debiéramos dar ofrendas.

La Biblia no provee indicaciones estrictas en cuanto al monto de nuestras ofrendas pero a medida que crezcamos en esta área, nos sentiremos felices y deseosos de dar más y más.

Más aun, a medida que maduremos empezaremos a buscar oportunidades que nos permitan expresar nuestra creciente generosidad siendo que la dadivosidad habrá de traernos gozo y convertirse en el deseo del corazón.

Cuanto mayores y más frecuentes nuestras ofrendas sean, no sólo estaremos bendiciendo más a otros sino que nosotros seremos los más bendecidos, quiera Dios mostrarnos gente y proyectos a los cuales apoyar con nuestras ofrendas.

 

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