Salimos vía
París el lunes 25 de octubre, y pasamos todo el día de
viaje, llegando a la noche a Abidján, nos encontramos con una ciudad más
congestionada que nunca y muchos controles en la carretera, los hermanos,
Fernando Campaña e Isaura, pastores de la obra en este país, nos llevan a su
casa y en el camino nos cuentan de la violencia que se percibe en los
Ivorianos, y del gran rechazo que se manifiesta contra los blancos, habiéndose
encontrado en varios momentos en medio de manifestaciones en las que al verle
le han dicho, blanco vete a tu país, viviendo momentos de gran tensión.
Parece que ahora están más tranquilos pero, puede ser la calma que
antecede a la tormenta. La ciudad está congestionada de gente, han venido del norte
a refugiarse huyendo de la zona llamada rebelde, que no es otra cosa que la
búsqueda del norte musulmán de encontrar camino abierto al mar, aparte de la
historia reciente por la que sabemos que un presidente Burkinabé anterior
vendió a Costa de Marfil una gran parte de su territorio, y ahora es el que se
ha independizado.
Todo el mundo sabe que las armas salieron de las mezquitas en
costa de Marfil y que era a través de Burquina que Libia las enviaba. Todo esto
unido al comportamiento muy orgulloso y racista del Ivoriano, y a los miles de
laboriosos Burkinabés que han hecho el trabajo duro de la tierra, en Costa de
Marfil, en su mayoría musulmanes, que se han fomentado las contiendas entre
estos dos países fronterizos, siendo una bomba de relojería la situación entre
ellos. Nuestra visita corta a Abidján, nos ha permitido ver el retroceso de
esta ciudad que un día se la consideró La perla del África, pero que ahora
tiene que alojar en malas condiciones de higiene y habitabilidad a muchos
desplazados, viéndose por todas partes la acumulación de basuras y a miles de
desocupados en las calles. También nos impresionó el aumento de mezquitas, en
una ciudad considerada católica en su mayoría.
Nos alegramos de la visita a los hermanos, como siempre, ellos dan
testimonio de que Dios es bueno y que no es en vano el trabajo que se hace en
su nombre. Visitamos la casa de niños en Añamá un barrio musulmán muy pobre, en
él, REMAR tiene abierta una casa en la que viven alrededor de 60 adolescentes,
con pequeños talleres de formación profesional y escuela, niños en su mayoría
procedentes de las calles, iniciados muy pequeños en la delincuencia y el
consumo de drogas, huelepegas algunos, otros huérfanos de la guerra, escapados
del norte después de ver la violenta muerte de sus familiares. Esta casa tiene
también la finalidad de abrir sus puertas a unos 350 niños tres veces en semana
a los que invita a una comida. Estos jóvenes de la casa de REMAR, con la ayuda
de los responsables adultos, dan de comer a estos niños que acuden con gran
necesidad a la mesa.
Estos barrios de dónde acuden pidiendo ayuda, se caracterizan por
la falta de cuidado de los niños, que no son considerados por sus padres, y en
el mejor de los casos, la madre trabaja duramente pero sola y marginada, sin conseguir salir de
la pobreza absoluta. El Islam se nutre del temor, de la ignorancia y de la
miseria, y usa estas tres armas para desestabilizar y conseguir su extensión. En
dónde se desarrolla el Islam, el retroceso cultural es inmediato, volviendo atrás
exactamente 13 siglos. No hace falta mucha exposición para reconocer la
diferencia de clases sociales en los países islámicos en los que algunos, muy
pocos, viven en medio de grandes lujos, mientras la inmensa mayoría está en
miseria, ignorancia y esclavitud, en especial los niños y las mujeres.
Estoy convencida de que ambas cosas, la miseria y la esclavitud,
son armas muy diestramente utilizadas, para extender por todo el mundo
desarrollado, el Islam, primeramente en forma pacífica y silenciosa, y más
tarde con un plan preconcebido, sembrando el terror y la desestabilización de
los países ricos. Es evidente cómo en la medida que se asimilan a la cultura
occidental, y se aumenta su cultura y nivel de vida, se diluyen sus creencias
haciéndose menos puras, pero más tolerantes.
Es importante dejar claro que la sociedad occidental que hoy
conocemos como ejemplo de justicia social, de igualdad de derechos para todas
las clases sociales, sexos y edades, tiene
su base y origen en el cristianismo, y aunque hoy se reniegue de él, y se
quiera dar igualdad de fines y propósitos a todas las creencias, nadie puede
negar que el cristianismo, ha sido el inspirador de todo lo bueno de nuestra
actual sociedad desarrollada, siendo el origen de la defensa de la mujer y de
los niños, de los desamparados y necesitados, dando igualdad de derechos
delante de Dios a todos los hombres.
Por lo que es una gran mentira conceder la misma credibilidad a todas
las creencias, porque los frutos y consecuencias de unas y de otras, hablan por
si solos.
También es justo y necesario declarar, que la inmensa mayoría de
los millones de cristianos de todas las denominaciones del mundo, no dan
verdadero testimonio de Cristo, porque somos responsables de la extensión de su
reino y de su justicia, no en la manera violenta de “guerra santa”, sino en
forma de mensaje pacífico, manifestado por el amor sacrificial de Jesús por todos los
hombres, que lleva a los que le conocen a compartirse y compartir con los que
carecen de lo más básico y sufren la esclavitud de la ignorancia y la falta de
recursos.
Es la iglesia de Cristo, su materialismo, su acomodamiento a este
mundo, su tibieza, la que ha propiciado la extensión de esta otra religión
violenta, que prende en los millones de jóvenes que pueblan las calles de los
países pobres, estos jóvenes, sin instrucción ni trabajo, son tierra preparada
y abonada para recibir esta doctrina de odio, y de dominio.
En Abidján, nos llenó de gozo el corazón ver a algunos de los más
de 300 jóvenes que viven en REMAR-Costa
de Marfil, formando corales de música, y otras actividades como teatro, además
de los aprendizajes habituales para los que se tienen algunos maestros
contratados, además de comprobar el orden y calidad en todo lo que están
haciendo. Muy al contrario, la ciudad nos impresionó por el aumento de la
inseguridad, de la suciedad y del caos, por lo que oramos que Dios guarde a los
hermanos allí y les ayude a seguir haciendo el bien. Durante la guerra fueron
la única ONG que permaneció en el país, no dejando en ningún momento de atender
a los niños, los drogadictos y de llevar regularmente la comida a la prisión, a
pesar de los momentos muy difíciles y de la escasez de comida que durante un
tiempo vivieron, ya que los contenedores de ayuda que les enviábamos tuvieron
algunos estorbos.
Llegamos a Burquina y notamos enseguida el interés que este país ha
despertado en muchos organismos mundiales, unos musulmanes, que lo han
utilizado como puerta hacia el Sur, y como enclave entre otros, en un proceso
de mayor radicalización Islámico, y también por otros organismos europeos que
lo están potenciando económicamente para erradicar la pobreza y evitar recibir
la avalancha de los que buscan trabajo en el primer mundo. Lo cierto es que se
nota cada año la inversión extranjera y las ayudas millonarias que está
recibiendo este país, por las mejoras en la capital. Ignoramos el grado de
corrupción que inevitablemente existe, pero se percibe el lavado de la cara de
una ciudad que era mísera en extremo y que manifiesta dentro de su estilo
africano, una mejora en la higiene, en la cultura y en la apertura al mundo
exterior.
La miseria en la zona rural sigue siendo muy grande y la falta de
hospitales o escuelas sigue siendo notable. En REMAR, están esperando con
impaciencia el autobús hospital móvil, donado por un empresario español, que ya
ha llegado a la costa y que seguramente tendrá que
venir por tren, ya que las carreteras no son seguras. Este hospital va a
recorrer los poblados llevando ayuda sanitaria y con la colaboración de UNICEF,
que nos da medicamentos, podemos ser de mucha bendición y buen testimonio a
todo el norte de este país que vive en la más absoluta falta de medios.
El V congreso en Burquina, ha coincidido con la SIAO, asociación
de artesanos de África del Oeste y como es una feria de mucha importancia para
el país las autoridades estaban centradas en su inauguración, pero a pesar de
eso, varias personalidades nos han recibido y agradecido el trabajo de ayuda
social llevado a cabo en Burquina. Un representante de la Ministra de Acción
Social inauguró el congreso, la presidenta de la UNICEF, que nos dona
medicamentos y sacos de arroz, nos recibió, así como el delegado del Banco
Mundial Alimentario, que incluye a REMAR en el reparto de comida, también a lo
largo de nuestra estancia, el Ministro de Economía, un joven musulmán que
respeta y valora el trabajo que se hace por los huérfanos y los jóvenes de su
país, recibió a Miguel, Laborda y Diego.
El respeto que los hermanos de REMAR tienen en todas las instituciones
es evidente y su testimonio honra al Señor, a pesar de que siempre nos sentimos
faltos, porque es como ver una gota de agua en el desierto, ya que sabemos que aunque
es un esfuerzo enorme, y un milagro de la gracia del Señor, atender de forma integral
a más de 600 niños y jóvenes, escolarizar a otros 350, de manera absolutamente
gratuita, (parece que somos los únicos en todo el país que damos escolarización
completamente gratuita), llevar comida a varios miles en comedores, cárceles y
comisarías, contratar profesionales para que enseñen a los jóvenes y un largo
etc…sigue siendo sólo la superficie de un gran problema del que no podemos
dejar de sentirnos responsables.
Debemos seguir llamando a la puerta de nuestro Señor y a la de los
hombres de buena voluntad, para traer a estas tierras tan desprovistas, algo de
lo que evidentemente sobra y se malgasta en el consumista primer mundo,
asimismo seguir concienciando a los habitantes de ese aparente “privilegiado”
mundo desarrollado, que el verdadero honor y privilegio para el hombre, es
conocer a Dios, amarle con todas nuestras fuerzas mentales, físicas y
espirituales y amar al prójimo como a nosotros mismos, compartiendo la
compasión y misericordia de este Dios, que perfecto en si mismo, se compadeció
de nosotros, hasta el punto de tomar nuestro lugar en el castigo que
merecíamos, para darnos entrada a su presencia. Cuánto más nosotros, no hemos
de compadecernos de los que, teniendo los mismos derechos delante de Él,
padecen en la ignorancia espiritual, esclavos de ataduras diabólicas, llenos de
maldiciones, hambre y enfermedades.
Creo firmemente que hemos de dar cuentas a Dios de todo aquello
que gastamos de forma innecesaria, como fruto de nuestro egoísmo y afanes
carnales. Debiendo recordar que la Palabra dice: que si retenemos más de lo que
es justo, vendremos a pobreza, (Proverbios 11,24) por lo que no es extraño que
muchos entre nosotros casi ni sobreviven espiritualmente, sino que tan sólo
mantienen una cultura adquirida y que es muy fácil manifestar, mientras se
sostienen sus caprichos y gastos completamente innecesarios. No existe mejor prueba
de la fe de muchos, que vivir en la escasez voluntaria, por amor a Dios y al
prójimo.
Nos cuenta Paolo Laborda, pastor responsable en África del Oeste, que
en cierta ocasión llegó un joven “misionero” desde España, que en los primeros
días, cuando estaba en la ciudad empezando a conocer las distintas áreas de
trabajo, le dijo: He visto en un reportaje de televisión, a los niños que
tienen esos ombligos salidos hacia fuera, con hernias umbilicales, y quiero
ayudarles, es por ellos que he venido a África; bien, le dijo Laborda, en las
afueras de la ciudad vienen muchos de esos niños de los poblados, a los
comedores y a la escuela, por lo que ese centro es el mejor para lo que
quieres. Sus intenciones no duraron ni una semana.
El calor, la falta de comodidades, la comida a base de arroz,
sencilla y compartida con varios cientos de niños, se le hizo demasiado duro,
por lo que marchó inmediatamente para su casa. A veces somos como este joven,
muy compasivos desde nuestra vida cómoda y confortable, siempre que no tengamos
que sufrir, ni sacrificar absolutamente nada. Dar lo que nos sobra, lo que nos
estorba en los armarios, es lo que tristemente hacemos en Occidente, para
justificarnos ante la muerte, fácilmente evitable de millones de personas.
Dice el salmista que algunos piensan “Dios no oirá, ni hará” pero
no debemos confundir al Misericordioso, lento para la ira y que se duele del
castigo, con un dios sordo e incapaz, que no va a expresar tarde o temprano, su
perfecta justicia y su juicio para la humanidad. Por lo que no debemos
extrañarnos ver nuestro mundo cada vez más inseguro, pervertido, y sacudido por
toda clase de cataclismos naturales, por nuestra hipocresía y egoísmo.
Que Dios nos perdone y tenga misericordia
de nosotros, no desechando nuestra oración y nuestra ofrenda, (Isaías 1, 16), que
nos de su gracia para serle siervos fieles, obedientes, dispuestos a renunciar
a nuestra vida si fuere necesario, con tal de ser considerados, dignos de su
reino, (2ª Tes. 1,5)
Veladas inolvidables
Burquina 29 octubre 2004
Muchas son las veladas vividas en diferentes países y con
diferentes personas, a lo largo de mi vida, en casas ricas y pobres, con
hombres y mujeres de culturas diversas y clases sociales diferentes, pero hay
una en mi mente que sobresale sobre la mayoría de ellas en forma muy especial.
Sucedió en un país africano, en un poblado del interior de Burquina Faso. Era
de noche, y en aquella llanura casi desértica africana, el cielo era el más
estrellado que yo hubiera visto nunca. De pronto ante las luces de nuestro
vehículo, aparecieron alrededor de 140 niños de diferentes edades, casi todos
descalzos, con vestidos viejos y no muy limpios, algunos llevaban encima a
otros más pequeños, y formaron un grupo tranquilo, mientras nos miraban con
asombro, llenos de curiosidad.
Pudimos percibir enseguida que el lugar no tenía luz y que el
precioso don del agua tan necesario para todos los hombres, sobre todo para los
que viven bajo una temperatura media anual de 35º C, venía de un pozo de agua
con bomba manual, donado por alguna organización extranjera, y que abastecía
muchos kilómetros a la redonda. Nos dirigimos después de los saludos de
cortesía a un grupo de chozas de barro y paja, en medio de las cuales se
encontraba el personaje central de mi historia, Idrisa Kampoaré, un hombre de
unos 60 años de edad que grande y fuerte nos esperaba con su esposa, habían
preparado una gran fiesta para nosotros y nos dispusimos a compartir el
suculento banquete con el que nos querían agasajar, probablemente lo más
valioso de su despensa.
Sentados alrededor de la cazuela se nos ofreció agua en un balde
para lavarnos las manos y comenzamos a comer con los dedos la masa de millo con
salsa de hierbas típica Burkinabé, y pollo guisado. Compartimos también el agua
del pozo porque a pesar de nuestro miedo a tomarla, no podíamos despreciar su
hospitalidad y su generosidad. Visitábamos a Idrisa porque habíamos oído de su
historia pero queríamos escucharla de sus propios labios. Teníamos delante de
nuestros ojos a un hombre ciego que necesitaba un lazarillo constantemente,
aquella oscuridad que nos rodeaba por todos los lados estaba dentro de sus ojos
constantemente, pero la luz y la fuerza que salían de él nos tenía
suspensos en una profunda emoción.
Hacía 40 años, había sido imán musulmán y jefe de una región en
Costa de Marfil, donde vivía, además era boxeador de éxito. Un día, de golpe,
sin explicación, sus ojos entraron en la más absoluta oscuridad, y la ruina y
la soledad la siguieron. Mientras estuvo en el hospital, un amigo cristiano le
trataba de consolar llevándole a la confianza en el Padre de amor, pero sin
éxito, todo parecía haberse perdido en el corazón de este hombre que no quería
aceptar su incapacidad. Un día desesperado pidió a alguien que le dejara bajo
el gran árbol de su poblado y buscó una rama que pudiera sostener su peso, no
se cómo podría, pero preparó una cuerda y se colgó por el cuello de ella para
dejar esta vida, cuando comenzaba a perder el conocimiento, la rama se rompió y
calló al suelo, mientras que el recuerdo del testimonio de la muerte de Cristo
por la remisión de nuestros pecados se presentó claramente delante de él, así
que, levantándose como pudo, comenzó una búsqueda espiritual que culminó con el
encuentro de la persona de Jesús y en una conversión completa a su servicio.
Al poco de esta experiencia, y en medio una pobreza extrema, alguien
le trajo un pequeño que se había quedado huérfano y al que estaban dejando
morir, él le dice al visitante, cómo esperas que yo pueda ayudar a este
pequeño, si casi no puedo alimentar a mis propios hijos? Llevaselo a otro que
tenga mejores posibilidades que yo. Pero esa noche, Idrisa, no pudo dormir, en
su interior, la voz del Señor no paraba de hablarle de esta manera, “ Recibe a mis pequeños y lo que hicieres por ellos, lo
estás haciendo por mi, debes pensar y creer que es a mi, a quien cuidas y
alimentas” “ Te mando que cuides de los pequeños que van a morir, si no lo
haces”
Así es como recibió al primer pequeño, y unos días más tarde vino
el siguiente, y después otro más, y cuando más se corría la voz de que en la
comarca había un hombre que recibía a los huérfanos, más y más los traían a su
casa. Durante estos últimos 30 años este hombre pobre y ciego, ha recibido bajo
su protección y cuidado, a casi dos millares de niños que han sido librados de
la muerte segura. Cuando las serpientes muerden a los niños en los días de
calor ardiente, no tiene medicinas para curarles, ni suficiente mijo los años
de sequía, tan abundantes en esta región africana; entonces sus oraciones hacen
temblar la tierra y sus gritos de auxilio a Dios, llegan sin duda hasta el
tercer cielo, obteniendo respuestas asombrosas, sobrenaturales y constantes, de
tal manera que sería necesario escribir algo más que un libro para contarlas.
Este hombre no tiene muchos conocimientos humanos, y en el momento
en que le conocimos, no había viajado más que unos cientos de kilómetros
alrededor de su poblado; cuando compartimos su mesa, todavía vivía en una choza
de barro y paja, pero este hombre sencillo, tiene una cosa clara en su corazón:
la igualdad de derechos de todos los hombres ante los ojos de Dios y conoce y
sufre la terrible agonía de los que carecen aún de lo más elemental para vivir,
por eso, ha dedicado su vida a paliar las necesidades de los más débiles y al hacerlo,
participa del sufrimiento de Cristo, que todavía permanece en un mundo lleno de
injusticia. Y es por medio de ese sacrificio compartido, que este hombre ciego ha
traído luz y vida a cientos de niños, y es testimonio notorio del amor de Dios
en medio de su región.
En aquella noche africana, teníamos ante nosotros a un anciano,
ciego y pobre, que nos regalaba lo mejor de su mesa, un pollo africano, tan
duro a nuestros “delicados” paladares europeos, como las piedras que
seguramente habría picoteado durante años; no teníamos manteles, ni platos, ni
cubiertos, pero sentimos que estábamos ante uno de los hombres más ricos y sabios
de este planeta, y compartir aquella comida, bajo el estrellado cielo africano,
fue una de las veladas más inolvidables y emocionantes de mi vida.
El viajero. M.C.J.
Desde Burquina Faso, el sábado 30 de Octubre del 2004,
Mª del Carmen Jiménez de Díez.
Remar Internacional, Madrid
http://www.remar.org
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