A menudo se ponen de moda
conceptos que se establecen en las iglesias sin que sepamos
bien cual es su contenido real y la dimensión que tiene. Uno
de esos conceptos es el uso que hacemos de "la palabra".
Cantamos y proclamamos nuestra fe en la palabra de Dios,
incluso llegamos a decir que somos fanáticos de la palabra,
pero puedo percibir que esa expresión se usa en sentido
general, como concepto abstracto sin que nos demos cuenta de
la dimensión que eso tiene.
Me pregunto ¿Sabe esta
generación de creyentes lo que significa realmente vivir
lleno de la palabra? ¿Es verdad que aman la palabra tanto
como sus canciones parecen dar a entender? ¿Realmente la
palabra de Dios ocupa en nosotros ese lugar predominante en
nuestra forma de pensar, de hablar y de vivir? ¿Leemos y
meditamos las Escrituras diariamente como un verdadero
alimento y fundamento de nuestra fe?.
Si preguntara a diez personas
en una de esas iglesias bulliciosas, con mucho canto, ruido,
saltos y gritos y yo pertenezco a una de ellas- ¿Qué
es lo que crees?. Recibiría diez respuestas diferentes,
difusas, inseguras; en definitiva, no saben lo que creen;
solo tienen una fe generalizada, de masas, una fe sin
fundamento en la verdad sólida, sin comprenderla, asimilarla
y proclamarla. ¡Ay! Hemos perdido el mensaje del evangelio
en medio de grandes manifestaciones de entusiasmo, de canto y
ruido distorsionado de guitarras y percusiones alocadas; de
proclamas simplistas y populistas de la clase de "¡Dios
no busca predicadores sino adoradores!". ¡Que gran
mentira!.
Pero muchos creyentes de hoy
no piensan, no están establecidos en la verdad y es fácil
inducirlos por la senda del error. La Biblia no dice que Dios
no busca predicadores. La Biblia dice que Dios busca
adoradores que le adoren en espíritu y en verdad; pero nunca
aparece una proclama en el sentido de que Dios no busca
predicadores. Está escrito: "Id por todo el mundo y
predicad el evangelio... Orad al Señor de la mies que envíe
obreros a su mies... Jesús estableció a doce para que
estuviesen con él y para enviarles a predicar... Y como
creerán sin haber quién les predique".
Esto es solo un ejemplo de cómo
se pueden torcer las Escrituras y guiar a muchos a través de
alocuciones "sublimes" y frases hechas de fácil
asimilación, sin que tengan fundamento en la verdad. Nos
tragamos conceptos generalizados, creyendo que nuestra fe
tiene fundamento, y un soplo la derriba. Necesitamos un
regreso a la práctica de los creyentes de Berea. "Estos
eran más nobles... pues recibieron la palabra con toda
solicitud, escudriñando todos los días las Escrituras para
ver si estas cosas eran así". Observa que el carácter
noble producía en ellos una actitud positiva ante el mensaje
predicado por Pablo, pero además investigaban por su cuenta
para asegurarse de que lo oído era conforme a la verdad
escrita. No estoy en contra de cultos explosivos con
manifestaciones fuertes de alabanza y adoración; creo en el
potencial espiritual de un pueblo que alaba a su Dios con
todas sus fuerzas y derrota a las potestades de las tinieblas
levantando el glorioso Nombre de Jesús. Sin embargo, es fácil
dejarse llevar por el "mucho ruido y pocas nueces".
Debemos dirigir bien los objetivos del júbilo y la
proclamación para no caer en lo superficial.
Jesús nos da el ejemplo de
estar lleno de la palabra para poder resistir los argumentos
y la astucia del diablo al responder "Escrito está".
Se nos dice de Esdras que "había preparado su corazón
para inquirir la ley del Señor y para cumplirla, y para enseñar
en Israel sus estatutos y decretos". Pablo le dice a
Timoteo "ocúpate en la lectura, la exhortación y la
enseñanza". Me temo que nos atrae mas cantar, saltar y
gritar que meditar y asimilar en nuestros corazones la
palabra de verdad.
Es mas atractivo para los jóvenes
de muchas iglesias formar un grupo de música, que juntarse
para estudiar las Escrituras y oír una buena enseñanza que
nos establece en la verdad sólida. El concepto "la
palabra de Dios" es muy amplio cuando lo usamos de forma
general y no nos adentra paso a paso en su contenido. Hay que
partir el pan y tomarlo poco a poco. Hay que poner el
sentido, enseñar al pueblo línea a línea, renglón a renglón.
De esa forma la verdad va tomando parte en nuestros corazones
y estableciéndose en nuestras vidas. En los días de la
restauración está escrito que "leían en el libro de
la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que
entendiesen la lectura" (Nehemias, 8:8).
La enseñanza dinámica y
expositiva de la palabra de vida está siendo relegada y esto
contribuye a que tengamos un pueblo débil que no sabe usar
la espada del Espíritu. "Procura con diligencia
presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que
avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad" (2
Timoteo, 2:15".
Vuestro en Cristo
Virgilio
Zaballos.
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