Regresaba a casa un
domingo por la noche después de predicar en un culto, mi mujer guardaba reposo
en cama, estaba embarazada de dos meses, y la amenaza de un segundo aborto era
latente. Poco después se levantó al lavabo y sangraba abundantemente. Pensé que
todo estaba perdido y tampoco en esta ocasión seríamos padres. Lloré y clamé
amargamente delante de mi Dios. La noche dio lugar a una mañana de sombras.
Fuimos al hospital para hacer una ecografía y al salir de la consulta médica mi
mujer traía el informe que decía: “Embrión vivo y móvil”. El valle de sombra de
muerte había dado paso al bien y la misericordia. Pocos meses después nació
nuestro primogénito, un niño sano y hermoso, el primero de tres hijos con los
que Dios nos ha bendecido.
El aborto es una
amenaza de muerte sobre los que están para nacer, en unos casos sin provocarlo
y en otros es una sentencia deliberada de muerte con el permiso de la madre y
la legalidad vigente.
El que muchos
gobiernos legalicen el aborto me recuerda aquel antiguo culto a Moloc al que se
le sacrificaban los niños (Lv.20:1-5). El profeta Jeremías declara que este
culto abominable trajo como consecuencia la destrucción de la sociedad en la
que él vivió y Judá fue llevada cautiva al destierro en Babilonia. “Y edificaron lugares altos a Baal, los cuales
están en el valle del hijo de Hinom, para hacer pasar por el fuego sus hijos y
sus hijas a Moloc; lo cual no les mandé, ni me vino al pensamiento que hiciesen
esta abominación, para hacer pecar a Judá.” (Jeremías, 32:35).
El derramamiento de la sangre inocente de los niños
en el vientre de su madre es un infanticidio sin justificación alguna,
legalizado por leyes impías y amortiguada con frases semánticas del tipo:
“interrupción del embarazo”. Así se llama técnicamente a esta práctica para
encubrir un asesinato. Puede sonar duro pero mas duro es para el embrión o el
feto que padece en silencio la consecuencia de esta “legalidad” injusta.
Uno
de los argumentos que se esgrimen para permitir el aborto en las primeras
semanas de embarazo es que el niño no está formado y otro interrogante que se
presenta es saber cuando se produce el comienzo de la vida. El salmista David
responde a estas preguntas con un testimonio preciso de la realidad viva entre
el embrión y su creador. “Porque tú formaste mis entrañas tú me hiciste en el
vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus
obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti
mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de
la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas
aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.” (Salmo,
139:13-16).
Aquí
vemos con toda claridad que el embrión de la vida es una realidad viva delante
del Hacedor, que ya en ese lugar oculto en el vientre de la madre Dios diseña
un plan para la vida de esa persona que está en formación y llegará a ser una
realidad sino se aborta el proceso de la existencia. Pero una sociedad que
ignora a Dios y Su propósito con la creación se corrompe, pierde la
sensibilidad, su conciencia se cauteriza y es capaz de cometer cualquier
infamia en nombre de la ciencia, los derechos de la mujer a abortar anulando
los del hijo a vivir y en nombre de una vida de placer y bienestar que entran
en colisión con el desafío que presenta criar un hijo.
Es
una farsa y una hipocresía de nuestra sociedad el que los llamados progresistas
que se oponen “violentamente” a la guerra sean los primeros en encabezar las
manifestaciones abortistas que asesina a niños inocentes bajo la bandera de
“nosotras los parimos, nosotras decidimos”.
Si
estás bajo la presión y tentación de abortar, no lo hagas, asume con valentía
tu responsabilidad, en último caso hay familias e instituciones donde puedes
darlo en adopción.
Si
este mensaje ha llegado demasiado tarde a tu vida y ya has abortado en alguna
ocasión, si lo hiciste en ignorancia e incredulidad pide perdón a Dios y deja
que la sangre de Jesús limpie ese pecado para andar ahora en novedad de vida
según los principios del Reino de Dios. El apóstol Pablo dio testimonio de esta
verdad con estas palabras al recordar su experiencia pasada como perseguidor de
la iglesia:
“…habiendo
yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a
misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad.Pero la
gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo
Jesús.Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo
Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el
primero.Pero por esto fui recibido a misericordia, para que
Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que
habrían de creer en él para vida eterna.Por tanto, al Rey de los
siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los
siglos de los siglos. Amén.” (1 Timoteo, 1:13-17).
El punto de vista sobre este tema tiene su base en los
principios del Reino de Dios, sobre el fundamento de las Sagradas Escrituras,
tal y como lo entiende el autor,
haciéndose responsable único de aquellos
aspectos en los cuales haya otras interpretaciones; y va dirigido en primer
lugar a todos aquellos creyentes, nacidos de nuevo, y que forman
parte del Cuerpo de Cristo.
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