La dinámica eclesiástica se
ha convertido en un lugar de camuflaje y donde la ortopedia ha substituido a
los órganos vivos del Cuerpo de Cristo. La vida se ha paralizado para dar
lugar al sistema religioso sofisticado y pletórico de colorido con ritmos
musicales que armonizan y compite con cualquier otro concierto musical.
Todo esto al amparo de líderes
"carismáticos" que avalan el entretenimiento para mantener a
congregaciones enteras en un estado de niñez continuada con el fin de seguir
siendo ellos mismos los "reyes del mambo". Un viejo proverbio casero
dice que "en la ciudad de los ciegos el tuerto es el rey". Con esto
no quiero frivolizar en un asunto que me parece de la máxima gravedad. El
apóstol Pablo es contundente en su carta a los gálatas a la hora de atacar
con firmeza el ideal religioso frente a la verdad del evangelio. Compara con
un estado de niñez el mantenernos bajo la ley, o lo que es lo mismo en muchas
de nuestras iglesias de comienzos de siglo, el sistema eclesiástico basado en
un liderazgo único y dominante, con el látigo del temor y la amenaza como
mejor herramienta para mantener bajo el yugo a los neófitos del sistema.
Pablo, digo, compara ese estado de niñez con un esclavo que no tiene
discernimiento ni comprensión de que la redención ya ha sido efectuada. Y
esa falta de conocimiento revelado viene dado por el interés, a sabiendas o
no, de aquellos que ejercen de "patrones" del culto.
Esto me recuerda a aquellos
antiguos capataces que ejercían con el látigo en Egipto sobre sus propios
hermanos hebreos para mantener el estado de esclavitud a favor de Faraón. Hoy
el látigo está en la boca de muchos predicadores amadores de sí mismos que
no tienen interés alguno en la edificación del Cuerpo de Cristo, sino en
mantener su status y posición en las congregaciones. Son los Diótrefes de
antaño y los dirigidos por la brujería camuflada de Jezabel.
El apóstol de los gentiles
declaró con rotundidad que "cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios
envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a
los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos.
Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su
Hijo, el cual clama: ¡Abba Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y
si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo" (Gá.4:1-7).
Si meditamos bien este pasaje
de las Escritura nos daremos cuenta, entre otras cosas, que el apóstol está
abogando aquí por alcanzar la mayoría de edad para que la vida cristiana no
esté basada en la dependencia de ayos (pedagogos) necesarios hasta alcanzar
la madurez, sino de activar en nosotros el Espíritu de su Hijo clamando desde
nuestro propio espíritu. En otro lugar se nos dirá que nos acerquemos
confiadamente, que entremos en el lugar santísimo, sin embargo algunos
líderes de hoy están interesados en ser mediadores, intermediarios e
imprescindibles para que los hijos de Dios puedan acceder y recibir las
bendiciones de Dios con su ayuda y unción.
Somos un cuerpo en Jesús, nos
necesitamos los unos a los otros y dependemos de los demás miembros y todos
de Cristo ¿Por qué ese empeño en establecer un sistema de clases y castas
superiores? ¿Por qué ese clericalismo que divide al cuerpo de Cristo en
clero por un lado y laicos por otro? Jesús dijo: "No será así entre
vosotros, sino que el que quiera ser grande entre vosotros sea como el que
sirve a todos". Sin embargo hablamos de los siervos de Dios como de una
categoría especial, una distinción condecorativa, no como un servicio sino
como un título. En fin, solo he querido pensar en voz alta para despertarnos
del letargo que nos está adormeciendo...
Vuestro en Cristo
VIRGILIO
ZABALLOS
El punto de vista sobre este tema tiene su base en los
principios del Reino de Dios, sobre el
fundamento de las Sagradas Escrituras, tal y como lo entiende el
autor, haciéndose responsable único de aquellos aspectos en los
cuales haya otras interpretaciones; y va dirigido en primer lugar a
todos aquellos creyentes, nacidos de nuevo, y que forman parte del
Cuerpo de Cristo.
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