En el mundo cristiano actual tenemos una carencia notoria de
falta de identidad. En buena medida estamos siendo absorbidos por la influencia
tremenda de un sistema mundano materialista, consumista y humanista que a la
vez nos introduce en una pérdida de nuestra identidad como hombres y mujeres
redimidos y rescatados de la vana manera de vivir. El azote de una sociedad
laica que niega a Dios y le aleja de sus pensamientos lleva a muchos creyentes
a una crisis de identificación, no sabemos quienes somos.
Nuestra identidad procede de la voluntad de Dios para
salvarnos y hacernos un pueblo y una familia. Somos hijos por la voluntad de
Dios. Estamos unidos a Cristo por la voluntad de Dios. Y como no sabemos
quienes somos por la voluntad divina, estamos tratando de ser lo que nos
gustaría ser para acabar frustrados por nuestros esfuerzos carnales.
Somos de Cristo porque estamos en El, o estamos en Cristo
porque somos suyos. Pablo dijo: “Esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios
de quién soy y a quién sirvo”. No
debemos tratar de ser buenos cristianos
porque somos nuevas criaturas. El poder no está en nuestros esfuerzos
personales, sino en Su vida en nosotros, su naturaleza implantada en nuestro
espíritu; por tanto, no se trata del esfuerzo de nuestra voluntad, sino del
HECHO de que somos UNO con Cristo.
Cada semilla da
fruto según su propia naturaleza. Un manzano no está tratando de dar manzanas,
sino que de su propia naturaleza produce manzanas. La clave está en permanecer
en esa verdad “natural” (Jn.15), y permanecer en la verdad es vivir unidos a
Cristo, y estamos unidos a El por la voluntad de Dios (1Co.1:30).
Esta revelación
elimina mi esfuerzo carnal y religioso para alcanzar un nivel óptimo de buen
creyente para rendirme al HECHO de lo
que SOY en Cristo por su gracia. La vida cristiana es una revelación de lo que
Cristo ES y lo que Cristo HACE en mi.
Este es el lenguaje que aparece en las
Escrituras: “Separados de mi nada podéis hacer”. “Luchando según la potencia de
él, la cual actúa poderosamente en mí”. “He trabajado mas que todos ellos, pero
no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. “Con Cristo estoy juntamente
crucificado; y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí…” “Que la comunión de tu fe
llegue a ser eficaz por el conocimiento de todo lo bueno que hay en vosotros
mediante Cristo”.
Esta verdad debe
anular el orgullo espiritual y la arrogancia para mantenernos en el equilibro
que expresa el apóstol Pablo: “Porque ¿quién te distingue? ¿o que tienes que no
hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorias como si no lo hubieras
recibido?” (1 Corintios, 4:7).
Recuerdo cuando
Cristo entró en mi corazón. Vivía en un Cuartel militar y al acostarme entre
sábanas húmedas –hice la mili en Lérida, una ciudad catalana muy húmeda en
invierno - me tapaba completamente para
tener un encuentro realmente maravilloso con el Cristo que vive en mí. Ese
lugar de recogimiento era un trozo de cielo para mí. Hoy cada vez que voy a
trabajar aprovecho el viaje en coche para orar y tener un encuentro con la
verdad gloriosa de la vida de Cristo en mi. Y al regresar de la fábrica me
quedo unos minutos en el coche para recogerme en El y darle gracias por el día
y oír el suave sonido de su voz.
Este es el gran
milagro de la nueva vida en Cristo, la fusión de Cristo y el creyente, la
identidad plena con aquel que vive en nosotros: Cristo en nosotros la esperanza
de gloria.
Sin embargo, hay
muchas ocasiones cuando perdemos esta realidad maravillosa y somos atrapados en
cuevas y desiertos que nos roban la verdad que nos hace libres. He visto y oído a muchos creyentes
frustrados e impotentes por no llegar a las expectativas personales que se
habían propuesto, y me he preguntado ¿por qué hay tantos cristianos desdichados
y fracasados? ¿No es el evangelio poder
de Dios para salvar…?
He visto muchas
iglesias con pastores entusiastas y llenos de buenos deseos que han terminado
en amargura y en la dispersión de la grey…
Hemos perdido la
consciencia de la vida de Cristo habitando en nosotros. Somos ahogados por los
afanes de este mundo perdiendo la presencia de Dios habitando en Su templo, el
cual somos nosotros.
Necesitamos un encuentro
con Cristo
en nosotros la esperanza de gloria.
El punto de vista sobre este tema tiene su base en los
principios del Reino de Dios, sobre el fundamento de las Sagradas Escrituras,
tal y como lo entiende el autor,
haciéndose responsable único de aquellos
aspectos en los cuales haya otras interpretaciones; y va dirigido en primer
lugar a todos aquellos creyentes, nacidos de nuevo, y que forman
parte del Cuerpo de Cristo.
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Virgilio Zaballos
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