La pornografía se
ha convertido en algo cotidiano, forma parte del decorado de nuestra sociedad.
Al acercarnos al kiosco para comprar la prensa encontramos un sin fin de
revistas con imágenes infestadas de sexo adulterado. En Internet se llevan la
palma las páginas con contenido erótico y amenazan con invadir hasta aborrecer
nuestro espacio de intimidad personal.
Somos torturados
diariamente con un reclamo insistente a nuestra sexualidad innata para
conducirnos por la senda de la esclavitud de la imagen y la fantasía erótica.
De esta forma tenemos un adelanto dañino en el descubrimiento pleno de la sexualidad
en nuestros jóvenes. Se impone de esta forma una necesidad exagerada de darle
salida al potencial sexual que almacenamos, viviendo atrapados desmedidamente
en la masturbación juvenil, en relaciones prematrimoniales con embarazos no
deseados y en una promiscuidad que acaba en ocasiones en la tragedia del SIDA.
La pornografía
dispara a niveles desproporcionados la masturbación, creando adicción y
dependencia, así como una opresión mental mediante imágenes perversas que se
clavan como puñales en la mente del hombre y la mujer. La masturbación se
convierte así en la salida de escape para liberar tal cantidad de imágenes
corrosivas que hunden al individuo en la esclavitud de las pasiones
desenfrenadas. Anidar imágenes eróticas conduce inevitablemente a la
fornicación y el adulterio. La tiranía de los deseos carnales piden nuestra
rendición.
El apóstol Pablo le
dijo a Timoteo: “Huye de las pasiones juveniles”. José lo hizo ante el reclamo
seductor de la mujer de Potifar, guardando su vida de pecar contra Dios aunque
esa determinación le trajo falsas acusaciones que luego redundarían en el
beneficio del plan de Dios con su vida. El joven Daniel propuso en su corazón
no contaminarse de las formas de vida babilónicas que entraban en conflicto con
la ley de Dios. Se necesita una determinación santa para resistir las oleadas
de lascivia y concupiscencia que como manada en estampida amenazan con
aniquilar nuestra integridad.
Está escrito: “No os conforméis a los deseos que
antes teníais estando en vuestra ignorancia, sino como aquel que os llamó es
santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”
(1 Pedro 1)
Jesús dijo: “La
lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo
está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en
tinieblas.Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea
tinieblas.Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo
parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te
alumbra con su resplandor” (Lucas, 11)
Guardar nuestros
ojos de la pornografía nos mantendrá alejados de las tinieblas; por el
contrario, poner nuestra mirada en las palabras de Dios será medicina para todo
nuestro cuerpo. “Hijo
mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones, no se
aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a
los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo” (Proverbios, 4).
Debemos estar
atentos a las medidas preventivas para no caer en la trampa de la pornografía.
La primera vez que damos lugar a películas o revistas obscenas se establecerá
un vinculo, un lazo, que será la puerta de entrada para caer en el abismo, de
ahí que no debemos ser indolentes a la hora de mostrarnos firmes frente a este
reclamo carnal.
La provisión de
Dios es tu mujer. Está escrito: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a
los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (Hebreos, 13).
Las imágenes
pornográficas pondrán una mancha dañina en tus relaciones legítimas con la
mujer de tu juventud. Habrá estorbos para el pleno disfrute del amor limpio y
las relaciones sexuales con tu cónyuge.
En Proverbios se
nos dice: “Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate
siempre”.
Si estás soltero(a)
espera en Dios para recibir tu pareja guardándote para ella(él) en fe y pureza.
El justo vive por fe. Está escrito: “El pecado no se enseñoreará de vosotros... No reine, pues, el
pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus
concupiscencias” (Romanos, 6).
Recuerda: Jesús fue
tentado en todo, según nuestra semejanza, pero sin pecado, y es poderoso para
socorrer a los que somos tentados; por tanto, podemos vencer sobre la
pornografía mediante el poder de Dios que actúa en nosotros a través de nuestra
vida crucificada juntamente con Cristo.
El punto de vista sobre este tema tiene su base en los
principios del Reino de Dios, sobre el
fundamento de las Sagradas Escrituras, tal y como lo entiende el
autor, haciéndose responsable único de aquellos aspectos en los
cuales haya otras interpretaciones; y va dirigido en primer lugar a
todos aquellos creyentes, nacidos de nuevo, y que forman parte del
Cuerpo de Cristo.
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