Cada vez con menos asombro
estamos asistiendo a la desintegración de los valores morales en el ser
humano. Parece como si un cáncer maligno hubiera invadido los últimos
resortes de la conducta cívica y ética para dar lugar a la mayor de las
disoluciones que a mi parecer consiste en normalizar la corrupción llamando a
lo bueno malo y a lo malo bueno.
El apóstol Pablo tiene
interés en que su discípulo Timoteo sepa una cosa. Acaba de darle
instrucciones prácticas que sin duda le ayudarían en su carrera como
discípulo de Jesucristo. Pues bien, cuando llega al tercer capítulo de su
segunda carta, le dice: "También debes saber esto..." ¿Qué es lo
que debe saber Timoteo y con él todos nosotros? Debe saber que en los
últimos días (y de esto no cabe duda en la iglesia universal de nuestro
tiempo que estamos plenamente en los días finales antes del retorno de
Jesús) vendrán tiempos peligrosos. Y ¿por qué serán tiempos peligrosos?
La respuesta es como leer los periódicos de cada día. Porque habrá hombres
que serán de una determinada forma de ser, tendrán un carácter con
características bien definidas...
La primera característica que
da el apóstol de los gentiles en su lista sobre el carácter de los hombres
en los últimos tiempos es que serán amadores de sí mismos. Se ha invertido
el mandamiento antiguo "Amarás a Dios sobre todas las cosas y al
prójimo como a ti mismo", para dar lugar al orden del Humanismo:
"Ni patria, ni hombre, ni Dios por encima del hombre".
Esta centralización en uno
mismo, en nuestros logros, nuestras potencialidades, nuestros proyectos y
sueños se han convertido en uno de los más grandes ídolos de la sociedad
moderna. El egoísmo se ha asentado en el trono; la cultura del placer
instantáneo y el Hedonismo dominan con verdadera fiereza los instintos y
deseos del hombre. La lujuria y las pasiones mas rastreras de la conducta se
toleran como algo normal y se aceptan en una sociedad permisiva que presume de
tolerante y respetuosa.
Todo esto no sería mas que la
crónica lógica de un mundo que ha dado la espalda a Dios, sino fuera porque
muchas de estas conductas permisivas y que son contrarias al carácter normal
de cualquier discípulo de Jesús, se estuvieran asentando en las iglesias
locales ante el asombro y la perplejidad de aquellos que aún buscan mantener
la integridad de corazón y el temor de Dios.
Este carácter de los hombres
de los últimos tiempos se ha infiltrado por la puerta trasera, -y en muchos
casos por el portón delantero- de lo que se llama iglesia de Jesucristo.
Muchos de los líderes han caído en la tentación de edificar la iglesia
desde el fundamento del amor así mismos. Proyectan la imagen de líderes
consagrados a la causa del evangelio cuando en realidad los deseos ocultos del
corazón (porque por sus frutos los conoceréis y por la boca muere el pez)
tienen su cuartel general en la proyección de sí mismos, en la realización
de sus proyectos y en la edificación de sus torres. El Reino de Dios no
precisa del impulso de estos "edificadores", sino de piedras vivas
sacadas de la cantera de este mundo para ser transformadas a la imagen de
Aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable; y una vez redimidos
atados a Cristo para morir y para vivir.
Así, pues, como hemos nacido
bajo el techo de estos últimos tiempos y mucho de nuestro carácter ha sido
influido y corrompido por el magnetismo que nos rodea, debemos estar alertas y
sondear las motivaciones reales de nuestros corazones.
"También
debemos saber esto: Que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos.
Porque habrá hombres amadores de sí mismos..."
Vuestro en Cristo:
VIRGILIO ZABALLOS
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