A
menudo los temores se activan después de recibir una mala noticia. Hace un
tiempo atrás recibí una de esas noticias que desestabilizan y te hunden en un
mar de incertidumbre. Estaba a punto de terminar mi jornada laboral en la
fábrica cuando uno de los delegados del comité de empresa bajó de la oficina
diciendo que avisara a todos los trabajadores porque la empresa va a cerrar y
debemos reunirnos para encarar la situación de la mejor forma.
En
esos momentos recibí una descarga de temor que me tuvo unos instantes
paralizado. Los pensamientos se agolparon inmediatamente en mi mente y una
sensación de vacío, soledad y abandono se apoderaron de todo mí ser. Procuré
mantener la calma, esconderme en mi espíritu y clamar a Dios desde las
profundidades del ser. Instantáneamente brotaron en mi mente unas palabras
vivificadas que combatieron el veneno de la mala noticia: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu
Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra
de mi justicia” (Isaías, 41:10).
La
palabra de Dios en mi espíritu se había levantado para sostenerme y que las
aguas tormentosas de la mala noticia no me anegaran. Sentí paz y confianza en
mi Dios, me aferré a Su Palabra y me entregué en Sus manos. Pronto supe que la
situación no era tan mala como parecía en un principio y antes de salir de la
fábrica las noticias eran más tranquilizadoras. Todo quedó en un susto
monumental. Han pasado muchos meses y sigo trabajando en el mismo lugar.
Vivimos
en un mundo invadido por malas noticias que atemorizan a países enteros con
rumores de guerra, terrorismo, problemas económicos, hambre, enfermedades,
epidemias, desastres naturales, etc. A pesar del aparente bienestar de los
países occidentales la inseguridad y el temor acampan a sus anchas a nuestro
alrededor.
El
temor es un destructor de la estabilidad interior. Ataca la fe y la confianza
en Dios. El temor lleva el castigo en si mismo(1 Juan 4:18), oculta la
verdad y nos hace creer la mentira. Jesús diferenció el temor de los hombres y
el temor de Dios. El primero produce desequilibrios de todo tipo; el segundo
trae armonía, sabiduría, vida y paz (Proverbios. 1:7; 14:26-27). “En el temor
de Dios está la fuerte confianza; y esperanza tendrán sus hijos. El temor del
Señor es manantial de vida para apartarse de los lazos de la muerte”.
Jesús
enseñó a sus discípulos a combatir el temor y la turbación con la fe y la paz
que provienen de la confianza en Dios. Les dijo: “No se turbe vuestro corazón, creéis
en Dios, creed también en mi… La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como
el mundo la da. No se turbe vuestro
corazón, ni tenga miedo” (Juan, 14:1,27).
El
temor azota y perturba nuestra alma; la paz de Dios trae descanso y sosiego en
medio de la tormenta. La fe en Jesús vence al mundo, al sistema mundano, basado
en el temor.
Cuando
Jairo recibió la mala noticia de la muerte de su hija: “no molestes mas al
Maestro, tu hija ha muerto”, le dijeron; Jesús le salió rápidamente al paso con
estas palabras: “No temas, cree solamente”. Aquí la expresión es también:
“No temas, sigue creyendo”.
Es
una fe sostenida y continuada que no se paraliza ante el temor de las malas
noticias, sino que se fortalece en fe, como Abraham. “El creyó en esperanza
contra esperanza… conforme a lo que se le había dicho… Y sin debilitarse en la
fe contempló su propio cuerpo, que ya estaba como muerto… y la esterilidad de
la matriz de Sara… respecto a la promesa de Dios, Abraham no titubeó con
incredulidad, sino que se fortaleció en
fe, dando gloria a Dios, y estando plenamente convencido de que lo que Dios
había prometido, poderoso era también para cumplirlo” Romanos, 4:19-21).
Frente
al temor a malas noticias el salmista nos habla del hombre que teme a Dios (que
le respeta, lo considera en primer lugar, ha puesto su vida bajo su cuidado, y
se somete a Su voluntad) con estas características: Se deleita en gran manera en su Palabra y no tendrá temor de malas noticias; su
corazón esta firme, confiado en el Señor. Asegurado está su corazón, no temerá,
hasta que vea vencidos a sus adversarios (Salmo, 112).
El
temor nos impide alcanzar la meta; la fe en Dios y Su Palabra nos sostiene en
el día malo y nos lleva hasta el final para conseguir la recompensa.
El punto de vista sobre este tema tiene su base en los
principios del Reino de Dios, sobre el fundamento de las Sagradas Escrituras,
tal y como lo entiende el autor,
haciéndose responsable único de aquellos
aspectos en los cuales haya otras interpretaciones; y va dirigido en primer
lugar a todos aquellos creyentes, nacidos de nuevo, y que forman
parte del Cuerpo de Cristo.
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Virgilio Zaballos
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