El vacío existencial de la clase de
"Comamos y bebamos que mañana moriremos", o en su
versión mas moderna: "Compremos, vendamos, consumamos
y entreguémonos a los placeres inmediatos porque de algo hay
que morir" está dejando en el alma humana un sabor amargo de
falta de sentido en la vida. Un autor conocido lo expreso de esta
forma: "No hay memoria del pasado ni proyección de futuro,
nos queda el presente; de ahí la filosofía del placer
instantáneo".
La sociedad actual ignora a Dios, ha salido de
su esfera, por tanto, ha perdido el rumbo y navega sin saber a
donde va. Los proyectos y logros humanos pretenden dar sentido a la
vida, y lo consiguen temporalmente. Necesitamos los proyectos para
realizarnos, sentirnos vivos y útiles.
En el ámbito eclesiástico
tenemos un énfasis marcado sobre las actividades que realiza
la iglesia local como barómetro para medir el nivel de
espiritualidad, creemos que si nos comprometemos fielmente con el
programa de nuestra congregación somos mas agradables a
Dios, servimos mejor al Señor y nuestras conciencias quedan
satisfechas con lo que hacemos. Hemos cambiado nuestro destino como
creyentes expresado en las Escrituras de "llamados a ser" con este
otro de "comprometidos a hacer". Lo que se premia es lo que
hacemos no lo que somos, por tanto vivimos vidas llenas de
activismo para lograr el favor divino y la aprobación del
pastor. Esto es sencillamente justificación por obras. Las
obras deben seguir a la fe viva dependiente de Cristo y no al
revés.
El apóstol Pablo escribe a la iglesia
de Corinto y les dice que han sido "llamados a
ser santos" y en Romanos expresa claramente el destino de
los hijos de Dios: "Porque a los que antes conoció,
también los predestino para que fuesen
hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él
sea el primogénito entre muchos hermanos" (Romanos,
8:29).
Nuestro destino, por tanto, es ser hechos a la
imagen de Jesús, ese es el propósito de Dios con
nuestras vidas. El apóstol insiste en sus escritos "hasta
que Cristo sea formado en nosotros", "el que comenzó en
nosotros la buena obra", "somos transformados de gloria en gloria a
la imagen de Jesús", y en otro lugar dice: "Que ahora somos
hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de
ser, pero cuando él se manifieste seremos semejantes a
él, porque le veremos tal como él es". Una y otra vez
el énfasis está puesto sobre lo que debemos llegar a
ser mucho mas que en las actividades que debemos realizar. "Hasta
que todos lleguemos a la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo"
En este sentido yo diría que: "Lo
importante no es lo que hacemos, sino lo que somos hechos al
hacerlo".
Todas las cosas cooperan para bien a los que
aman a Dios, eso significa que nuestro carácter está
siendo transformados a través de las pruebas, las
tribulaciones y padecimientos que soportamos como discípulos
de Jesús. "Sabiendo que la prueba de vuestra fe, produce
paciencia..."
Nuestro destino es ser una piedra viva,
formada, labrada y ajustada en el templo de Dios, pero seguimos
insistiendo en "ir a la iglesia" sin darnos cuenta que "somos la
congregación de Dios". Por supuesto que debemos
congregarnos, pero no para hacer en primer lugar, sino para
manifestar lo que somos en Cristo Jesús. Adoramos a Dios
porque somos sus hijos, ofrendamos porque amamos a Dios, amamos a
Dios porque El nos amó primero, servimos porque manifestamos
la vida de Cristo en nosotros, no hay motivo para la jactancia
porque realizamos aquello que brota de nuestra unión con
Cristo y se manifiesta en lo que somos semejantes a él. Ese
es nuestro destino.
El punto de vista sobre este tema tiene su base en los
principios del Reino de Dios, sobre el fundamento de las Sagradas Escrituras,
tal y como lo entiende el autor,
haciéndose responsable único de aquellos
aspectos en los cuales haya otras interpretaciones; y va dirigido en primer
lugar a todos aquellos creyentes, nacidos de nuevo, y que forman
parte del Cuerpo de Cristo.
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