La nueva vida en Cristo en su inicio nos plantea desafíos y
situaciones complejas a las que debemos hacer frente con la sabiduría de Dios
para edificar sobre cimiento sólido. Es de justicia que si hemos abordado el
caso en el que la mujer es creyente y el marido no, también veamos el caso
contrario cuando es el marido quién se convierte a Cristo y su esposa se
resiste a la fe...
Los principios expuestos en el anterior tema titulado: “Mi
marido no es creyente” son válidos en su forma inversa con sus matices
necesarios. El apóstol Pedro dice: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor
a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la
vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”. (1 P. 3:7).
No se
trata de ejercer dominio sobre la mujer sino dándole honor. Apreciando sus
virtudes y escondiendo sus defectos, mostrando templanza y amor como Cristo amó
a la iglesia y se entregó a si mismo por ella.
“Maridos,
amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó
a sí mismo por ella,para santificarla, habiéndola purificado en el
lavamiento del agua por la palabra,a fin de presentársela a sí
mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante,
sino que fuese santa y sin mancha.Así también los maridos deben
amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí
mismo se ama.Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino
que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia...” (Efesios,
5:25-29).
Ahora
es responsabilidad del marido llevar a su mujer a la salvación en Cristo
mediante una actitud de amor como Cristo nos amó y se entregó por nosotros. El
orden de Dios es que el marido se convierta primero y a través de él toda su
casa sea salva. “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, tú y tu casa”. Que
sea el hombre quién pone a toda su familia bajo la cobertura de la gracia de
Dios sometiéndose a Dios y Su Palabra para traer la bendición a su hogar.
Ahora
es líder y sacerdote de su familia y como tal debe ejercer para que se
establezca el Reino en su familia. Pero no por fuerza, o imposición carnal,
sino actuando en el Espíritu de Jesús. No sometiéndose al espíritu de control y
manipulación femenino, sino mostrando firmeza y ternura que abra caminos para
la paz en el hogar y resista la obra del diablo que viene para robar, matar y
destruir el orden de Dios en la familia.
El marido creyente, sometido a su cabeza,
Jesucristo, será una puerta de bendición para su mujer y sus hijos que ahora son
santificados por la fe del padre (1 Co.7:14) y quedan bajo la influencia de la
salvación de Dios para escapar de la corrupción que hay en el mundo.
El punto de vista sobre este tema tiene su base en los
principios del Reino de Dios, sobre el fundamento de las Sagradas Escrituras,
tal y como lo entiende el autor,
haciéndose responsable único de aquellos
aspectos en los cuales haya otras interpretaciones; y va dirigido en primer
lugar a todos aquellos creyentes, nacidos de nuevo, y que forman
parte del Cuerpo de Cristo.
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Virgilio Zaballos
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