Al final de mi jornada laboral me quedo unos minutos en el coche dando gracias a Dios por el éxito del día. Para mí el éxito ha consistido en concluir la jornada sin novedad, con normalidad cotidiana, habiendo cumplido fielmente con la meta de producción y presentarme en el hogar con la dicha de ser esperado por el bullicio y los desafíos de una familia numerosa. Eso y solo eso es suficiente para regocijarme plenamente en la presencia de Dios en esos minutos quedos donde me recojo en mi interior y alabo al Señor por su fidelidad y su bondad para con los hijos de los hombres… (Sal, 104:23).
No es fácil asimilar la rutina diaria con un sentido de dirección y de propósito. Parece como si el día a día fuera vivir una vida de segunda categoría en comparación con esos "grandes proyectos" que muchas personas "importantes" llevan a cabo, para asombro y envidia del resto de los mortales. En esa tesitura podemos llegar a aborrecer nuestra propia vida cotidiana y provocar situaciones que pueden llegar a romper el equilibrio de una familia estable.
La televisión nos presenta un mundo de fantasía y ensueño con personajes de plástico, caras bonitas, cuerpos esculturales y la fama de unos pocos que son la envidia y zozobra de cualquier ciudadano de a pie con una vida cotidiana aburrida y sin sabor por el azote de la rutina diaria.
Y ante esta cortante realidad ¿qué podemos hacer?. Tampoco nos ayudan mucho ciertos sermones que se oyen en las iglesias alabando la entrega al activismo clerical de cultos y más cultos, sin apreciar ni reconocer el mérito de un padre de familia que pasa una semana entera entregando su vida a favor de su familia, o de una esposa que con esfuerzo y abnegación a dado lo mejor de su tiempo para satisfacer las necesidades de sus hijos. Sencillamente no está de moda la lucha diaria por mantener la estabilidad de un hogar normal.
Y yo me pregunto ¿Nuestra entrega a Cristo no tiene nada que ver con vivir cada día rodeado de blasfemos, engañadores, burlones, incrédulos, sensuales, corruptos, disolutos, egoístas, envidiosos, vanidosos que solo piensan en lo terrenal y mantenernos firmes en la fe del Hijo de Dios ante tales desmanes y ataques a nuestra integridad? ¿Mantenernos fieles a nuestras esposas y educar a nuestros hijos en el temor de Dios frente a una sociedad disoluta que ha dado la espalda a Dios y vive en el desenfreno de la maldad camuflada bajo el manto de la tolerancia, la modernidad y el progresismo no tiene nada que ver con una vida espiritual ardiente y de fe?.
¿Donde quedan las palabras del apóstol Pablo ampliando nuestra vida de fe en Jesús y nuestra unión con él a todo lo que hacemos de palabra o de obra porque a Cristo el Señor servimos? ¿No dice Pablo que somos Suyos para vivir y para morir, que le pertenecemos por completo porque hemos sido comprados por precio y ya no nos pertenecemos a nosotros mismos?. ¿Cómo entonces se da la impresión en la "iglesia" de hoy que existe una separación en nuestro servicio a Dios, por un lado lo que tiene que ver con la participación en los cultos y las actividades de la "iglesia", y por otro todo lo que hacemos en el día a día?.
Jesús dijo que la verdad nos haría libres y esa verdad nos muestra que SÍ hay un propósito para la rutina diaria, "sabiendo que del señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís". Todo lo que hacemos lo hacemos para él desde la verdad indisoluble de nuestra unión con Cristo para vivir y para morir. La fidelidad en lo muy poco es garantía de serlo en las demás cosas, por tanto, hay recompensa para la rutina de la vida diaria.
Textos: Colosenses, 3:17,23,24 Lucas, 16:10
Vuestro en Cristo
VIRGILIO ZABALLOS
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Pastor Virgilio Zaballos