En varias ocasiones he
recibido cartas con la pregunta “¿Cómo puedo hacer un bosquejo?”, así
que atendiendo a esas consultas me propongo compartir contigo lo que he
aprendido y experimentado a lo largo de mi vida sobre los aspectos prácticos
en la realización de un bosquejo para predicar. No pretendo ser exhaustivo,
sino práctico. Lo he dividido en dos partes, en esta primera me centraré
más en la elaboración y en la segunda en como usarlo.
El apóstol Pablo le dijo a
Timoteo: “Procura con diligencia, presentarte a Dios aprobado, como obrero
que no tiene de que avergonzarse, y que usa bien la palabra de verdad”. Y el
apóstol Pedro nos dijo que: “Si alguno habla que hable conforme a la
palabra de Dios”. Como obreros de Dios, por tanto, debemos saber usar
correctamente Su palabra y transmitirla en el sentir y la capacitación del
Espíritu Santo. Por ello, en primer lugar, es esencial mantener una comunión
fluida con el Espíritu de Dios.
Debemos tener en cuenta la
situación de la iglesia donde vamos a predicar, las necesidades que existen,
las carencias, los desafíos, el momento presente para aplicar la Palabra en
su tiempo, dando respuestas a las necesidades. Este sondeo se hace en
comunión con el Espíritu Santo, anotando todas las impresiones y
pensamientos que vayan apareciendo en nuestro corazón, en una segunda fase
las pondremos en orden, pero ahora se trata de recopilar los datos generales,
ser receptivos a las sugerencias del Espíritu y captar donde está el
énfasis.
De entre todos esos
pensamientos habrá uno que resaltará por encima de todos los demás, una
idea predominante que se repite cada vez que pensamos en lo que queremos
compartir. Así surgirá el tema principal. Habremos escogido el trigo de la
paja y una convicción clara se apoderará de nosotros como respuesta a la
pregunta ¿Sobre qué voy a predicar?.
Ahora que tenemos el tema
sobre lo que vamos a enseñar buscaremos los principios del Reino de Dios que
lo sustentan y que dan respuesta a esa verdad. Llega el momento de bucear en
las Escrituras para encontrar las respuestas. En este punto es básico que el
predicador tenga ya un conocimiento amplio y panorámico de toda la verdad
escrita; de ese depósito el Espíritu Santo tomará las semillas apropiadas,
brotará en tu espíritu el texto principal y otros que amplían y dan soporte
a la exposición del tema. En esta fase puedes contar con ayudas adicionales
como una concordancia, un diccionario bíblico, y un comentario bíblico de
autores reconocidos.
Como un modelo práctico
puedes hacer una introducción, tres puntos principales y una conclusión.
Incluye en algunos momentos alguna experiencia personal, un testimonio de
otras personas o ejemplos bíblicos que confirman la enseñanza, de esta forma
combinarás la exposición teórica con cambios de ritmo que harán mas
dinámica la predicación.
Resumiendo y sin ser
dogmáticos podemos concretar de la siguiente manera:
Primero medita y ora en
comunión con el Espíritu Santo en la necesidad que tiene la iglesia donde
vas a predicar. Anota los pensamientos generales que van surgiendo, notando
donde está el énfasis que te lleva a la convicción sobre lo que Dios quiere
que hables.
Luego busca el texto base en
las Escrituras y los complementarios. Aparta un tiempo de plena concentración
y quietud para hacer el bosquejo guía, con la introducción, tres puntos
principales y una conclusión.
Memoriza todo lo que puedas
ese bosquejo para que no estés atado desmedidamente al papel y puedas fluir
con libertad, dando lugar al Espíritu a cambios sobre la marcha.
Sé concreto, convencido de
lo que predicas y no te pases de tiempo. Predica Su palabra, no tus ideas
personales, procura dejar los perjuicios y confía el resultado a Dios. Sé
íntegro y honrado, nunca prediques lo que no sabes, no quieras impresionar a
los demás, ni creerte superior a otros por subir a un púlpito. Hazlo para
edificar a los hermanos y honrar a tu Señor.
Segunda
parte
El punto de vista sobre este tema tiene su base en los
principios del Reino de Dios, sobre el fundamento de las Sagradas Escrituras,
tal y como lo entiende el autor,
haciéndose responsable único de aquellos
aspectos en los cuales haya otras interpretaciones; y va dirigido en primer
lugar a todos aquellos creyentes, nacidos de nuevo, y que forman
parte del Cuerpo de Cristo.
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Virgilio Zaballos
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